sábado, 31 de enero de 2009

Frankenstein



La lluvia martilla los cristales y la vela estaba por consumirse del todo cuando vi abrirse los ojos amarillentos y aguados de la criatura. Respiraba con dificultad, como con ronquidos, y sus miembros se agitaron.

El sueño acariciado tanto tiempo, en un instante se transformó en pesadilla. Durante mi afiebrado trabajo nunca me había detenido a considerar los rasgos cadavéricos de la criatura. No pensaba en eso. Ahora que él había cobrado vida me daba cuenta, que era solo un muerto resucitado.

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